Hace frío, pero queda harto que caminar, así que voy a
entrar en calor en un rato más. No quiero estar enojada con el, pero me hace
sentir celos intencionalmente, así que se lo merece, por un rato aun que sea.
Camina a mi lado y empieza a hacerme reír, así que no puedo
evitar romper la barrera de frialdad, le doy la mano, me siento protegida, me
siento segura, me siento bien. Todo va bien, conversamos como de costumbre, me
siento como de costumbre cuando estoy a su lado. Por una razón extraña, me
acerco a su boca y lo beso, puedo sentir su rechazo, puedo sentir su atracción,
puedo sentir su sensación bipolar. Por un momento pensé que estuvo bien lo que
hice, pero con su “tenemos que tratar de que no se repita”, supe que no era
así. Me quedé mucho rato en silencio, para que notara mi disgusto y bueno, la
verdad no sabía que decirle.
Después de haber caminado bastante, el me pide que nos
sentemos un rato, supongo yo que quiere conversar de lo que había pasado, que
la verdad, mirándolo en perspectiva no es malo, pero bueno, no a todos se les
hace fácil mirar con perspectiva las cosas. Admito que tengo un nudo en la
garganta, pero no quiero que el se de cuenta de que me dolió su rechazo, no
quiero mostrarme débil a la situación. Está mirándome, fijamente, pero yo no lo
miro, no quiero mirarlo. Hay un silencio incomodo, pero estoy esperando que el
me diga algo.
No soporto el silencio así que, de la nada le digo “creo que
esto no está funcionando” con una voz despreocupada pero muy fría, me acomodo y
me acuesto en el pasto con mi mochila de almohada, el se sienta a mi lado, y
sigue mirándome, sin decir ni una palabra, pero tiene cara de estar
reflexionando, así que lo dejo pensar.
Prefiero omitir todo lo que conversamos, que fue bastante,
pero concluimos algo, algo muy confuso y para nada concreto. Me siento
desprotegida y sola, se que esto nunca va a pasar, o por lo menos no en un
futuro cercano y pensar eso hace que enfríe mi actitud.
Por fin sale el sol, ya no tengo frío, ya no estoy tan
enojada y termino dándome cuenta de que, podríamos aprovechar este día como
para descansar del mundo y olvidarnos un momento de todo…
-Oye, ¿podemos tomarnos este día para los dos?
-Obvio que podemos.
-Quiero que sea como nuestro “día en la vida”, para
olvidarnos de la realidad y entrar un rato en “nuestro mundo”. Pero por favor
prométeme que, te vas a olvidar de todo, no quiero que te sientas incomodo.
- No va a pasar, yo también quiero dejar este día para
nosotros, de verdad.
Me siento bastante victoriosa con este “acuerdo”, será por
poco, muy poco tiempo, pero es mejor a nada, así que me siento conforme, quiero
aprovechar este día, de verdad que quiero, ya que, se que no se volverá a
repetir.
-Olvidémonos un rato de tu hermano, sin sonar pesado,
obviamente. Pero quiero que estemos un rato tranquilos- me dijo con un tono
despreocupado y gracioso
- Jajajaja, no hay problema, total, esperar un ratito, no le
va a hacer mal- le dije yo con un tono diez veces mas despreocupado que el del.
Fuimos en dirección a la plaza, ambos sabiendo que no era el
mejor lugar de tranquilidad, pero era lo que más cerca estaba, y para serte
sincera, de alguna manera termina siendo un lugar de linda apariencia, con
bancas y todo eso.
No voy a mentir, realmente creo, que nunca voy a olvidarme
de esa banca, siendo algo material, termina siendo algo con valor sentimental y
es solo una banca, de una plaza común y corriente.
Me acosté en la banca, apoyando mi cabeza en sus piernas. El
árbol que estaba arriba de nosotros, nos hacia una sombra muy agradable, además
de que el clima estaba a nuestro favor. El sol calienta lo suficiente y hay un
leve soplo de viento, que se enreda en mi pelo, haciéndome sentir bien, a
gusto.
-Hagamos un contrato, un contrato sobre “esto” que tenemos-
me dijo casi bromeando.
-Un contrato. Odio los contratos, ya que, cualquiera puede
romperlos o no cumplirlos.
- Este debemos cumplirlo, ya que es para un bien en común. La
verdad, más que un contrato, sería un tipo de acuerdo.
- Me gusta más esa idea, llegar a un acuerdo, generalmente
es bueno.
- Si, a mi igual me parece- dijo, con una sonrisa un poco
forzada- Solo tú y yo vamos a saber en que consiste este “contrato”, no quiero
que más gente se enterare, ya que tiene un tipo de confidencialidad, eso hace
que sea personal, solo de nosotros.
-Me parece, pero estoy segura que desde hoy, voy a odiar la
palabra “contrato”, es desagradable. Pero estoy de acuerdo, es solo de
nosotros.
Después de haber conversado bastante, cada diez minutos acordábamos
una hora para irnos, obviamente, distorsionamos esta muchas veces, ya que
ninguno de los dos quería irse. Sabíamos que ese era “el día en la vida”, sabíamos
que el tiempo no era suficiente.
-Vamonos, mi hermano debe estar esperando hace mucho rato,
jaja
-Si, tienes razón, la verdad, ya cambiamos muchas veces la
hora de ida, ahora si, nos vamos. Debo admitir que no quiero irme, tampoco
quiero que este día se acabe, el tiempo no está a nuestro favor definitivamente.
Caminamos, hasta llegar a una esquina, esa maldita esquina. Cuando
la cruzáramos, nuestras manos debían soltarse. Sería como el comienzo simbólico
de nuestro desagradable contrato. Le di un beso, como si fuera el último, que
en definitiva, lo sería, ya que había que cumplir las reglas de nuestro
acuerdo.
-Te quiero, de verdad- le dije casi con un nudo en la
garganta
-Igual yo, y mucho. Creo que empiezo a arrepentirme del
contrato
-Mmm, yo igual un poco, pero hay algo que se llama
autocontrol. Tenemos que utilizarlo, justamente ahora.
Cruzamos la esquina, y sentí que realmente todo cambió. Sentí
que nos salimos de nuestro mundo, y entramos a la realidad. Traté de disimular
esa sensación, pero noté, que el sintió algo parecido, su mirada me lo decía
todo.
En el camino nos encontramos con mi hermano, mirándonos con
una cara de “¿por que se demoraron tanto?, estoy aquí hace muchísimo rato”. Me
sonreí, ya que, yo sabía perfectamente la razón de la demora.
Mi hermano caminó adelante, y nosotros atrás, juntos, con
esa sensación de confidencialidad, con esa mirada de arrepentimiento y por otra
parte, mirada de conformidad. Tomé su mano por un rato, admito que fue un
impulso, pero no pude evitarlo. En ese momento, lo hubiera abrazado como nunca,
sentía un vacío, otra vez me sentí sola y desprotegida, lo quiero cerca de mí.
Soltó mi mano, y comenzó a caminar mas adelante, me pude dar
cuenta de que, estaba poniendo un tipo de barrera, para no sentir que debía
besarme, abrazarme y agarrar mi mano, por lo menos, así lo sentí.
Caminamos harto. Miré la hora y le dije a mi hermano que teníamos
que irnos, era tarde y todavía había que llegar a los “colectivos de Domeyko”,
y rezar por que quedara locomoción para irnos. Cuando llegamos, obviamente había
mucha gente esperando, y eso me hizo sentir una sensación de colapso, además de
haber sido un día ultra extraño y agotador, admito que me sentí mal. Luego de
un rato, logré asociar un poco, lo que había pasado en la tarde, con la
realidad, el ahora. Definitivamente después de esa “reflexión”, me dio un bajón
sentimental, casi instantáneo. A eso, tenía que agregarle que el, tenía que
irse, ni idea a donde, pero iba a dejarme, y yo, sintiendo EL bajón emocional.
Casi ni me di cuenta, y ya se había ido, volví a sentir ese
vacío, pero ahora, era de mayor magnitud. No me sentí bien, así que me senté en
el suelo por un momento, casi no podía retener mi cuerpo. De un momento a otro
se me había venido todo encima, absolutamente todo. Empecé a pensar en que, el
contrato o acuerdo que habíamos echo, era tan, pero tan frío y tan duro, que
llegó me llego rápidamente el arrepentimiento.
Sonó mi teléfono, era él.
-¿Alo?, ¿pasó algo?- le dije un poco confundida por su
llamada.
-Mierda- me dijo con voz afligida- No quiero esto, me siento
muy mal.
-Yo también- quería llorar- De verdad, ahora me doy cuenta
de la real magnitud de este puto contrato.
Hubo un silencio…
-Oye, ven.
-¿Dónde estás?
-A la vuelta de la esquina, no pude irme, por favor ven.
Le corté y, tuve la necesidad de correr hacia donde estaba.
Lo miré, casi estupefacta, me acerque a el y me reí, casi con una risa
nerviosa.
-Si esto va a ser así, no va a funcionar- me dijo, con esa
sonrisa forzada.
Solo le sonreí y lo besé, no quería soltarlo, no podía. Sentía
casi como si no lo fuera a ver nunca más, sentía que, esto había “terminado”. Pero
seguí besándolo, no pude evitar abrazarlo, tampoco pude evitar, soltar una lágrima,
esta situación me dolía mucho, pero no quería demostrarlo. Me sequé esa lagrima
amarga, que corría por mi mejilla, lo abrasé por última vez y, acto seguido, lo
vi alejarse, caminando distraído, con una sensación de muchas emociones juntas.
En ese momento supe, que el fin de semana, sería un desastre emocional, y que
el día lunes, sería casi decisivo para definir el maldito “contrato”…