Salgo a la luz de las calles y no puedo evitar encandilarme.
Prendo un cigarro con un sabor especial, sabor a otros tiempos.
Admito que me emociono un poco.
El momento suena a cuerdas de guitarra tocadas melódicamente.
Estoy de verdad cansada, pero lo que estoy viviendo en éste momento es perfecto, mágico.
El sol me quema la piel y se nota, pero ni siquiera eso me saca del trance. El cigarro está maravillandome y no quiero perder la sensación.
Camino con paciencia, no hay ningún apuro. La tarde huele a eternidad, sabe a día fuera de tiempo. Se siente cómo los árboles se comunican entre sí y siguen la fluidez del viento, confiándole el movimiento de sus mili segundos. Ellos me hablan, sabemos que estamos conectados. -Déjate caer, déjate caer- y es imposible no hacerlo...
Pasto húmedo, viento tibio, silencio crudo.
Ojos cerrados pero abiertos, blancos pero a la vez negros.
Lo sé, son muchos colores. Son chispazos violentos. Me estoy desconectando, pero el viento tiene el olor de mi cigarro especial. Sensación placentera, de no querer despertar nunca más por mi propia cuenta. Y más que eso, es saber que todo se conecta armoniosamente, en conjunto. Es el momento perfecto, hermoso y delirante en el cual me conecto con el TODO. Pero pasa todo tan rápido y no puedo permitirlo. Quiero que todos los míos compartan esta sensación conmigo. Comienza una lucha en mi cabeza, me pierdo de a poco. Mi cuerpo vuelve a reaccionar, a sentir...
Hay olor a gas, en la cocina por su puesto. Es una casa parecida a la mía, no siéndolo (o puede que sí)
Está oscuro y sólo alumbra el satélite silencioso pero útil.
No recuerdo qué pasó. Tengo manos marcadas en el cuello, me duele la traquea. Sigue insistente el olor a gas, en la cocina, insisto. No puedo revivir del todo, algo me mantiene despegada de la realidad, con amnesia leve, sólo antes de despertar.
Vino sobre la mesa de centro, muchas botellas vacías, gente tirada en el piso, en los sillones, en la tina y en la alfombra. Colillas de cigarros, miles. Vomito en el piso, litros. Vasos sucios, ninguno.
Me tomo un líquido de dudosa procedencia que hay encima de la mesa. Está fuerte, vomitivo. Me mareo segundo después. Me siento en el sillón más cercano, al lado de un personaje conocido desconocido para mí, que obvio está raja. Lo noto muy agraciado, con un aire especial. No es un ebrio cualquiera. Pelo color magenta, que por cierto, es lo más raro del momento pero siento que no es lo importante. Torso desnudo, pantalones rajados. Duerme en calma, como tomándose su tiempo. Me da angustia, un nudo en la garganta y no me explico el por qué.
Suena
Saeglopur en mi cabeza para elevar el momento. Él es un ser conocido -ahora que recuerdo- que me habla mentalmente, entre sueños. Puedo escucharlo, pero el olor a gas me tiene loca, más que aturdida, lejos de cualquier cosa que pueda tener algo de sentido.
Claro que tampoco tiene ningún sentido que tenga un girasol-giraluna marchito en la mano derecha, ni que éste tenga una tierna dedicatoria para mí. Ni que todo lo que veo ahora se sienta irreal. -Otros colores, otros dolores-.
Recuerdo mi cuello y sus marcas, no puedo moverlo. -Mejor no te muevas-. Todo está oscuro otra vez...
Salgo a la calle y está todo iluminado, me encandilo. Prendo un cigarro, que es PallMall, obvio.
Siento que alguien toma mi mano y me susurra al oído un "te sigo" tan dulce que es como de otra dimensión, de una desconocida, les repito.
Un girasol-giraluna marchito en mi mano izquierda.
Cigarro consumiéndose en mi mano derecha.
Un día atemporal.
Aire suave, primaveral, con sensación satisfactoria.
Esto es infinito, soy infinita.
Universo, seamos uno.