A la vuelta de la esquina puede estar aguardando lo que menos te esperas... Recuerdo esa frase de algún lugar, probablemente nunca descubra su procedencia pero me resuena incansablemente, como una especie de mantra, como una alarma, casi como una advertencia, un presagio de aquello que se ve en el horizonte del porvenir aun inexistente.
Y así fue, a la vuelta de la esquina, a la vuelta de la realidad, al regreso de mi viaje terapéutico en la ciudad de la furia, me estabas esperando tú, casi imperceptible, silencioso, cubierto por el paso de los años y el tiempo lineal. Una sensación parecida a una cálida brisa primaveral entró por mi espalda en medio de una noche nublada y sin estrellas, un mensaje escrito en un código sin palabras llegó a mí sin explicación aparente... Todo me decía que debía recordarte, traerte aquí, pedirte que me recordaras de alguna forma posible y hacerte saber que mi energía vital seguía en este planeta, en esta ubicación, en este plano, en esta dimensión caótica. Las personas sólo mueren cuando se les olvida...pero yo nunca permití tu muerte en mi memora. Quizás fue eso- y algo más- lo que me hizo actuar de manera instintiva, primitiva, prístina.
Fuiste inmediato, como si supieras que todo esto es parte del mismo plan, de mi plan y del plan de ese "algo" que permite que este tipo de cosas sucedan en el momento correcto (el cual, en algunos casos, podría parecer el más inadecuado). Fue como si los años fueran sólo un concepto imaginario, fue como si aun siguiéramos congelados y estáticos frente al piano que sincronizó nuestras vibraciones para crear melodías compuestas en otras vidas, fue como si aún camináramos en esa complicidad silenciosa por los pasillos antiguos repletos de música instrumental variada y armoniosa.
Podrías pensar que no recuerdo y que la memoria es endeble y quebradiza, pero hasta yo me sorprendo de la fidelidad con la que fueron grabados todos los momentos (dichosos y oscuros) de esa época plagada de surrealismos. Y, es a partir de esta seguridad de reminiscencia que puedo casi rozar con mis dedos la sensación de calma que me entregó tu presencia tan inocente, casi como la de un niño que vive en su mundo onírico e interno. En ese periodo de mi vida me encontraba destrozada en mil pedazos e intentaba componer y pegar lo que fuese posible para asistir al compromiso que significaba sentarme en frente de las octavas, blancas y negras y mecanizar lo que mi mente recordara por un acto de inercia.
Nunca te lo dije pero las clases no cobraban sentido si no estaba tu presencia reservada dentro de la pequeña sala de dos pianos... no sentía tu apoyo -claramente inconsciente- cuando llegaba mi turno de enfrentarme a la incertidumbre de mis capacidades (las cuales nunca supe si tenía realmente).
También llega a mi memoria episódica otro momento absurdo(de los pocos que compartimos fuera del contexto "responsabilidades") que caló a fondo en mí y me enseñó el sentimiento de frustración que significa no poder expresar la sinceridad del sentimiento más profundo, más puro, más inocente. Descubrí qué se siente callar y contener por el "deber ser". Sólo te expondré un par de conceptos y palabras, ya que estoy casi segura de que no será necesario más para que puedas asociar en tu memoria dicho recuerdo... Escuela, fiesta, disfraces, noche, algo de alcohol, tus labios siendo correspondidos con otros, los cuales no eran los míos. Pierdo la oportunidad, pero presiento que de no haber sido por las circunstancias desafortunadas (o afortunadas, depende de la perspectiva), nuestras energías de silencio se hubieran unificado, por lo menos en ese efímero momento.
Pasa el tiempo y nuestros caminos se separan. El mío estuvo repleto de rocas y agujeros que me hirieron, que me hicieron caer y quedar atrapada en variadas ocasiones, pero que a la vez me enseñaron nuevas habilidades para aprender a esquivarlos. Claro, a pesar de todo, aquí estoy, aquí soy, así, en este momento presente. Puedo imaginar que tu camino tampoco fue fácil, pero también estás aquí (allá en realidad, a varios kilómetros lejos de mí), íntegro y fuerte, reconstruido y poderoso, lleno de vitalidad y luciendo esa sonrisa hermosa, luminosa, que te distingue y te hace sobresalir del resto (como todo tu ser).
Y aquí nos volvemos a encontrar, luego de casi diez años, los cuales pasaron por nuestro lado, por nuestras almas, por nuestras experiencias, por nuestros cuerpos, pero no por nuestra complicidad (la cual nunca supimos de manera consciente que teníamos, hasta ahora). En este momento presente todo logra ubicarse en un plano visual irreal, mágico, inimaginable, por lo que cada día me sorprendo más y me convenzo de que hay algún destino en esta dimensión que nos juntó en estas circunstancias tan únicas y particulares. Probablemente la vida nos alejó para volver a reencontrarnos con más intensidad...
Yo aún me encuentro en pedazos, pero nuevamente (y se repite la historia) tu presencia, simbólica en este caso, me devuelve la tranquilidad, me ubica los pies en la tierra y me envuelve en un halo emocional, casi como si flotara en las corrientes y las aguas de tus palabras certeras. Debo reconstruirme nuevamente, necesito volver a mi centro, sanar mis heridas; pero esta vez no me alejaré de tu energía simbiótica. Presiento, y los hechos lo pueden reafirmar, que algo inimaginable resultará de todo esto, si no ¿cómo lo explicarías?