No estoy, no veo nada. No dejo de reírme. Me siento bien.
¿Mis ojos? ¿Mi cara? ¿Se nota mucho?
Ahí estás, con tus amigos. Soy un asco, perdóname. La risa
no para, me pones feliz.
Tengo una pasta en la boca, el corazón no para y no puedo
bajar la sonrisa.
Ven, acércate, por favor. Dame un abrazo, estás aquí ¿o no?
¿Otra vez te estoy imaginando? Abrázame. Hazme sentir tu presencia.
Nos vamos. Quería más tiempo. ¿Sigue notándose? Entramos al
auto. Hay un silencio tenso y se siente el ambiente pesado, denso. Nadie habla.
Linda, veo en tu cara que no quieres ir. Tú tranquila, estamos juntas, vamos a
ver como nos pasamos esto.
La casa es bastante linda, con buena ornamentación. Parece
una casa de típica película gringa. Bueno, no solo la casa es así, si no que
también los que viven en ella. Se nota que aparentan, aun que no se ve
infelicidad en sus caras. Son una pareja que no se relaciona mucho, no en público
y tienen un hijo de unos cuatro o cinco años, muy desagradable y odioso. Los
demás invitados son del mismo prototipo. Todos compañeros de trabajo, “colegas”.
Te pones a tocar piano, todos te admiran mientras lo haces. Me
miras con una cara de desagrado y veo en tu expresión que estás incomoda. Deja
de tocar, siéntate conmigo, conversemos de algo. No me siento muy cuerda para
hacerlo, pero me las arreglaré.
Luego de un rato, las familias burguesas se sientan a comer
en la mesa. Las damas o ladys se
ponen graciosas cuando se les pasan las copas. Se revela su lado obsceno, vulgar,
hasta parecen de la prole ¡Si se vieran! Y los caballeros, los lords hablan de trabajo, autos, economía
y quizás de sus amantes. Con esa risa grave y sutil. Como un noble cualquiera.
Siendo dueños del país ¿de que otra forma actuarían?
Veo que somos los bichos raros del lugar. Pantalones rotos,
pearcings, actitud normal, sin aparentar. La hija del cumpleañero y su “amiga”.
Que deshonra ¿no? Se rompe todo el esquema, toda la maqueta que estaba armada. Además
de estar todas afuera, sin compartir con ningún tipo de la high society. Te apuesto que son puros tipos de derecha, con una
mente capitalista, además de cerrados y cuadrados en su forma de pensar. Lo que
ellos dicen es lo correcto, es lo real. ¿Cómo no?, son dueños de todo, el
dinero lo arregla. Hasta podría distorsionar la mentira y convertirla en
verdad, es lo que hacen. Viniendo de un buen colegio, tienes mayor habilidad de
desarrollo, un vocabulario amplio y dinero. Con estas tres puedes engañar a
cualquier ignorante. Puedes comprar a cualquier “inferior”.
Ninguna de las dos soporta más esta situación, la necesidad
de irnos es potente. Insiste por favor, es solo irnos, a cualquier lugar. Solo
quiero salir de este círculo sucio, envenenado. Hay que preguntarle al “patrón”.
Este anda de buen humor, nos deja irnos. – No es necesario que se queden todo
el rato-. Libertad. Nos vamos, cuídense bien, disfruten, algún día la base de
la pirámide va a sacudirse, adiós. Abre la puerta, pasa por el ante jardín,
abre la reja y corre. Por fin salimos de ahí y puedo ver en tu cara la sensación
de alivio, supongo que tengo la misma expresión.
-¿Un cigarro prima?
- Por su puesto. Mínimo vamos a celebrar, tomarnos algo,
pasar el rato
- Obvio, estamos libres.
Después de un rato nos pasan a buscar. El auto está lleno de
bolsas de regalo y la densidad del ambiente es la misma. Entramos a la casa,
comemos algo y yo me acuesto. Estoy muy cansada y por su puesto, la taquicardia
me acompaña de a poco. Podría mejorarme hablando contigo, pero no tengo plata
en el celular, es desesperante. Me duermo pensando en eso.
La mañana está nublada y corre viento. Hace frío, pero
caminando se me pasa. La verdad, es bastante camino. Corro hasta abajo y cuando
llego me doy cuenta que bajé en todo sentido. Aquí se ven micros, el olor es
distinto y la gente también. Volví a la normalidad, salí de la burbuja, estoy
en la realidad. Pensar esto me saca un peso de encima, ahora puedo vivir en mi
locura tranquila.
Después de caminar un rato, saco un libro, un cigarro y me
siento por ahí para despejarme y volver a mí. La hora pasa, pero en este momento
para mi no existe. Una hora más, una hora menos ¡que importa!
Salgo de mi mente un rato, cierro el libro, apago la colilla
del cigarro, pesco mi mochila y sigo caminando.
Recuerdo que quería hablar contigo. Busco un teléfono público…
Fuera de servicio. Por la mierda. Busqué por harto tiempo alguna forma de
llamarte, pero no pude. Algo me decía que hablaríamos después.
Sin nada más que hacer, me acuerdo que tengo que volver a mi
casa. Me pongo los audífonos, saco nuevamente el libro y me voy.