Me perturba el sonido ambiente, son incomprensibles las palabras que escucho, no logro entender ni hilar las ideas. Mi cuerpo se derrite en mi asiento, siento un cansancio inexplicable y aplastante. El presente pasa y yo me quedo atrás, en mis pensamientos más deseados y estremecedores.
Intento reconfortar a mi alma con tu recuerdo palpitante, esas estrellas hipnotizantes con formas y dibujos tan claros que lograban explicar la historia del por qué estamos y existimos. Tu cuerpo petrificado al mío, como siameses de corazón y espíritu. Tanta calma inundaba a mi cabeza, tanta tranquilidad, tanta belleza que observé en tu rostro tan dulce y suave de expresión, tus ojos me aseguraban complicidad eterna, tu boca un deseo y felicidad extremos.
Elixir de los astros titilantes, líquido esclarecedor de mentes, puerta hacia la parte más profunda del alma, conector de los sentidos y los deseos...
Piedras magnéticas milenarias, quebradas y vertientes ocultas, sendero del río que canta, pájaros anunciando un nuevo comienzo.
Fuimos viento, cielo, energía única, cómplices indiscutibles, cuerpos unidos con afecto de vidas pasadas...
¿Por qué arrebatarnos la felicidad tan repentina y estrepitosamente? Me divisé tan feliz, tan plena, tan hija de los astros y de la tierra y ahora lo único que logro ver son paredes frías, voces sin sentido, conocimiento que no siento propio y mi libertad limitada por tiempos predeterminados y rejas de fierro tan altos como cerros oxidados con el tiempo.
Sólo me queda pensarte, pensarnos. Volar con mi mente y dejar en modo automático mi terrenidad.
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