Me miro en el espejo y no me encuentro. Me miro
en el reflejo del espejo y me pierdo en la imagen que se traspasa en mis ojos. Miro
más adentro y encuentro a la otra persona, deseando seguir confundiéndome. Veo mi
cuerpo como otro cuerpo y mi mirada como la de un ciego.
Se derriten las paredes y el piso, convirtiéndose
todo en un líquido absorbente. Me perdí en mis articulaciones congeladas y mi
boca con falta de inspiración. La misma cara para todas las capturadas. Todo está
invertido convirtiéndose en nada. Desdoblada de mi cuerpo inmóvil pero consciente de lo plural que está el mundo. Entra
gas a la cámara y estamos yo y mi universo adentro. Él se marchita mientras mis
ojos se caen al mismo tiempo que mi piel.
Lo que estamos viviendo es el pasado, es el
mundo de luces antiguas y muertas. No somos más que polvo en el aire, no somos
más que un siete de picas, ni más que superstición y conformismo.
Cada persona es un universo paralelo en el cual pierdes la noción del tiempo y la reacción natural de dos almas desconocidas
creando lazos y relaciones vibratorias. En los ojos se encuentra mi viaje. Es tan
plástico que vomito una mágica idea de polvos morados y ácidos. Convulsiono en
el piso para completar el efecto. Pasan unos segundos y vuelvo a estar frente a
las mismas caras pálidas y confusas. Nadie sabe qué pasó en éste lapsus y cada
uno sabe hacia dónde viajó y cómo reaccionó frente a las muertes desconocidas
de cada segundo universal.
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