Empecé a preocuparme cuando dejé de verte.
Pero hoy día volviste a aparecer en mi mente, o sea, en mi campo visual. Estaba
pensando en paisaje y viento, en una sutil mariposa y de un momento a otro te
apareciste frente a mí. Una sensación me oprimía la respiración y me provocó
taquicardia. Te sentí morir en algún momento de ese corto lapsus en el que
traspasamos una leve mirada a los ojos del otro. Por su puesto estuviste más
presente de lo común en mi día. Me veía como una hoja de diario quemándose, consumiéndose
por el fuego que aún permanece vivo, esperando el calor, tú. ¿o no? ¿estaré esperando sin razón? Será que me veo como una hoja perdida en la
infinidad del viento. Como un deseo sin nombre ni destinatario. Perdida como un
rayo de luz que quiere llegar a tierra pero un espero cambia su dirección. Me siento
como yo sin ti, más simple no puede ser y más complejo tampoco.
Escuchando sonidos tan particulares que
siento una pérdida de presencia en el lugar que te encuentras. Sentada en el
pasto de una plaza, en otra. Creí, imaginé, soñé que venías hacia mí. La alucinación
fue tan real que me hirió y casi lo creí, casi me convencí. Por alguna razón yo
debía matarte. Hacía frío en mi mente como también en la realidad en la que
estoy viviendo. Tú volvías a amarme como antes y yo te amaba mucho más, pero
debía eliminarte de este mundo, enviarte a la dimensión más desconocida por
todos, principalmente por ti, por mí. Traté de ahorcarte mientras mirabas en
mis ojos y mis lágrimas caían sobre ti. Abrí
tu pecho pero perdí valor. Tomaste mis manos llenas de sangre y me besaste. La sangre
renacía hacia mí, volvía y desaparecía. En ese momento, en toda esta
imaginación, en toda esta ilusión morí contigo porque tú ya no podías vivir por
mí, no podías escribir sobre nosotros para que renaciera en algún libro, algún
poco de tinta, en alguna simple hoja manchada con sangre. Tu sangre aun corre
por alguna de mis venas. No sé si sea lo mismo para ti.
Algo me hizo volver a la realidad. Quizás
un empujón o una mano cálida que me devolvió a lo que era la vida en sí. Volví al
frío de esa plaza, a las risas del lugar, al sol que se escondía y a mi pedazo
de papel incendiándose, consumiéndose.
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