sábado, 6 de abril de 2013

Presión cerebral


Empecé a preocuparme cuando dejé de verte. Pero hoy día volviste a aparecer en mi mente, o sea, en mi campo visual. Estaba pensando en paisaje y viento, en una sutil mariposa y de un momento a otro te apareciste frente a mí. Una sensación me oprimía la respiración y me provocó taquicardia. Te sentí morir en algún momento de ese corto lapsus en el que traspasamos una leve mirada a los ojos del otro. Por su puesto estuviste más presente de lo común en mi día. Me veía como una hoja de diario quemándose, consumiéndose por el fuego que aún permanece vivo, esperando el calor, tú. ¿o no?  ¿estaré esperando sin razón?  Será que me veo como una hoja perdida en la infinidad del viento. Como un deseo sin nombre ni destinatario. Perdida como un rayo de luz que quiere llegar a tierra pero un espero cambia su dirección. Me siento como yo sin ti, más simple no puede ser y más complejo tampoco.
Escuchando sonidos tan particulares que siento una pérdida de presencia en el lugar que te encuentras. Sentada en el pasto de una plaza, en otra. Creí, imaginé, soñé que venías hacia mí. La alucinación fue tan real que me hirió y casi lo creí, casi me convencí. Por alguna razón yo debía matarte. Hacía frío en mi mente como también en la realidad en la que estoy viviendo. Tú volvías a amarme como antes y yo te amaba mucho más, pero debía eliminarte de este mundo, enviarte a la dimensión más desconocida por todos, principalmente por ti, por mí. Traté de ahorcarte mientras mirabas en mis ojos  y mis lágrimas caían sobre ti. Abrí tu pecho pero perdí valor. Tomaste mis manos llenas de sangre y me besaste. La sangre renacía hacia mí, volvía y desaparecía. En ese momento, en toda esta imaginación, en toda esta ilusión morí contigo porque tú ya no podías vivir por mí, no podías escribir sobre nosotros para que renaciera en algún libro, algún poco de tinta, en alguna simple hoja manchada con sangre. Tu sangre aun corre por alguna de mis venas. No sé si sea lo mismo para ti.
Algo me hizo volver a la realidad. Quizás un empujón o una mano cálida que me devolvió a lo que era la vida en sí. Volví al frío de esa plaza, a las risas del lugar, al sol que se escondía y a mi pedazo de papel incendiándose, consumiéndose.

No hay comentarios:

Publicar un comentario