Se perdió, no puedo encontrarla. La busco
por el pasto, dentro de mi boca, debajo de mi lengua o en alguno de mis
bolsillos. Intento llamarla pero no escucha mis gritos. Puedo sentirla y eso me
angustia porque la percibo distante, cansada. Siento como se rinde, como ya se
cansó de éste modelo; sé que se esforzó pero no logró nada.-
Camina por las calles sin rumbo. Pareciera ser
todo un infinito laberinto lleno de cuerdas, teclas, sonidos, máquinas y bombas
de ácido. Pierde el destino cada dos minutos, enfermándose con las luces
nerviosas de colores que la atrapan en su propia cabeza. Hay mucho movimiento a
su alrededor y no distingue entre perros, perdón, personas o gracias.
Despierta de un viaje, del trance en el
momento que le cae una gota de sangre en los ojos, tiñéndole de rabia contenida
y espesa. Mira hacia los vértices estructurados de la ciudad y se da cuenta de
un quiebre en el sistema, en la rutina del lugar. Una bomba cayó en medio de
una calle, dividiendo la ciudad en dos. Las llamas brillaban latentes en
cualquier rincón en el cual apoyaras la vista. Está todo destruido en minutos. Se
formó una sola masa de preocupación y actitud tosca entre la gente del lugar. Fue
tan fácil cambiar el destino, de cambiar el ambiente, de cambiar el día de
todas estas personas metálicas.
Ella siguió caminando, mirando el horizonte
y fumando un cigarro que se encontró a la mitad de la vereda. En pocos segundos
volverá a alucinar en otro rumbo una declaración de guerra de parte de grandes
imperios sin identidad. Lluvia de flores, bombas de éxtasis y un disco rayado
de blues que corra por las calles mientras se desangra en su agonía.
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