No puedo hacerte desaparecer de aquí. No puedo
evitar sentir el magnetismo al mismo tiempo que el rechazo. No puede ser
distinto pero quisiera que sí. No quiero sacar tus marcas de mi piel, aunque
quemen. No dejo de sentir que está todo en el aire. No sé qué está pasando
ahora. No dejo de sentir el olor a jazmines. No puedo hacer nada. No puedo
encontrarte, estás demasiado lejos. No dejas de tomarme en tus manos y cada
ciertos momentos amenazar inconscientemente en soltarme. No quiero pensar
ahora. No quiero solucionar. No quiero quedarme. No quiero que te vayas. No quiero
que te ahogues. No quiero respirar la atmósfera confusa y atrapante que se
genera. No quiero olvidar a Gricel. No quiero enfocar mis ojos en los tuyos
porque me da miedo. No es lo mismo que antes porque quizás es mejor , peor o
nada. No puedo dejar de sentir una venenosa pero inevitable envidia. No puedo
ser diferente. No sé qué puedo hacer. No quiero mirar. No quiero escuchar tu
respiración tan lejos. No me hagas eso. No quiero dormir sola. No te vayas. No me
dejes descansando en soledad. No te veo. No estás aquí. No más. No pretendo
nada. No tengo un plan. No quiero que me sigan sometiendo. No quiero rutina. No
quiero sistema. No quiero represión hacia mis ideas e ideales. No es educación,
sólo domesticación. No hay diferentes. No hay espacio para la libertad. No hay
espacio para el vanguardista. No es vida. No están viviendo. No piensan; los
perdimos. No siento mi libertad explícita. No puedo volar con las mariposas. No
estás sin mí. “No quiero sentir lástima por ti. Indécision, ne savoir quel parti prendre, vous consulterez le jeu”, me dijo Gricel.
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