viernes, 31 de mayo de 2013

Alas de seda.

Que paja esto de las reuniones. Además, el liceo tiene un ambiente muy loco. Se nota al entrar una atmósfera fría y, según yo, olor a sangre. El piso de baldosa aporta al escenario. Algunas minas me apuñalan con la mirada y otro grupo de mira con cara de “por favor, ayúdame o sácame de aquí”. Eso me perturba más que la mierda. También me quiero ir de acá. Cuando estaba en el colegio el ruido era mudo pero igual me saturaban los bajos de las voces, reventándome la cabeza, haciendo que me saliera sangre por la nariz. Fui al baño aprovechando el recreo. Había una gotera justo arriba mío que me mojó los ojos, dejando marcas en mi pantalón, justo en los muslos. Siento un poco de claustrofobia, las paredes se acercan de a poco, pero es sólo una volá de mi mente. Las gotas siguen cayendo, pero ya tocaron el timbre para entrar. No me siento bien y menos capaz de entrar a matemáticas. Hubo muchos brazos y hombros durante el camino, que formaron casi un aluvión en mis facciones. Llego a la sala y no está la profe. Siento que se me quebraron los ojos, necesito correr al espacio reducido del baño, mucho aire me ahoga. Vuelvo al mismo lugar con la misma gotera, pero está bien helado el ambiente que convierte el agua en piedras de hielo, haciéndome mierda la cabeza al momento de caer. Los músculos de mi pierna derecha se contraían, deformándome la estructura. Me sangran los ojos pero quiero reírme de la situación. Acuérdate de algún capítulo de Chaplin o La pantera rosa.
Tengo la vista nublada, puede que haya mucha niebla, hace frío, en especial en mi tórax. Lo último que me acuerdo es estar viendo el lavamanos tapado y yo con una sensación de asco muy inconsciente, muy profunda.
Puede que se me haya apagado la tele o algo así. Ahora me acabo de acordar que sigo en el liceo, en la reunión, en ésta sala oscura y húmeda, con las mismas caras incómodas e impacientes por irse.
No traten de parecer interesados en lo que me pasa. Tampoco crean que según lo que me dicen o las palabras claves que usan me van a hacer sentir mejor, más acogida. No nos analicen, que puedo asegurar que cada uno tiene mejores cosas que hacer o problemas más ásperos de lo que pueden imaginar. No quiero que hueviemos con las cartitas de emociones.
-Cuéntanos, ¿qué carta te salió?
-Asqueado.
-Cuéntanos alguna situación en la que hayas experimentado ésta sensación tan pero tan fuerte.
-A ver. Me da asco cuando me enfrento a alguna situación o me veo al frente de alguien en particular. No de repugnancia, si no de impotencia. También me da asco pasar por al frente de las carnicerías, de los bancos y las grandes tiendas atrapantes.
-Fuerte emoción. A ver mi amor, sigamos contigo.
Seguramente no les importa. Estoy muy aburrida y como tengo tan mala cuea, justo arriba de mi puesto hay una gotera. Estoy casi segura de que en algún momento va a dejar caer unas gotas encima de mí. Me serviría ese paragua que se encontró el otro día. Sería un contenedor muy útil
No sé en qué momento todos se fueron y yo tenía la mochila puesta. Se acabo el hueveo.
Ni idea qué hueá pasó, pero por lo menos ya nos podemos ir. Me cuesta mucho respirar. Creo que las mariposas me están oprimiendo el pecho, éstas que son todas las energías de las internamente frágiles personas que veo acá.
Estamos llegando a la plaza de tráfico principiante y está lleno de pacos por toda la manzana. Me pasé los medios rollos. Es como si la película hubiera empezado. Puede que ésta sensación se convierta en una costumbre como efecto.
No puedo olvidarme de las tarjetas. – ¿Alguna vez te haz sentido solo, abandonado, descontrolado, asqueado?- Las respuestas nadan en mi cabeza, dentro del mar de neón, brillante y confuso.

Me perdí en el día. De nuevo no sé cómo llegué a mi casa, pero lo único que quiero es perderme en mi laberinto y en las húmedas cenizas que empolvan y obstruyen mi cable a tierra. Un vuelo que parece ser eterno. 

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