Veo como todo está girando. Hace como dos
horas estoy perdida en las luces que cambian, manteniendo una conversación
interesante. La fuerza logra mantenerme pegada a alguna parte. Grito con rabia,
tratando de sacar la mierda que tengo en la cabeza. Miro a los asientos que me
miran y te veo a ti, con una mirada diferente, me miras. Grito con más fuerza
¡Conchetumadre, desaparece! Me paro del asiento mientras todo sigue cambiando
de lugar al minuto de girar. Escúchame, me fundo en ti, no puedes estar tan
cerca.
Me doy cuenta de que me duele todo el
cuerpo y siento que mis músculos se contraen. Estoy sangrando, me caigo afuera
de todo, afuera de mí, afuera de ella, con ella.
El techo tiene un bonito terminado y si te
fijas bien es fácil y entretenido perderse en las figuras que se forman. Voy al
baño y me meto a la ducha con ropa. Piérdete, piérdete. Escucha el agua o la
canción que tienes pegada. Puedo escuchar
su pecho dormido. Pude escuchar mi corazón florido. Tú, tú, tú. Tu boca
respira cerca de la mía. ¡No pienses!, escucha la canción, está bonito el
cielo, puta que hace frío. Lado derecho de la cama, lado derecho de mi cerebro.
¡Me mienten! Para de hablarme, deja de persuadirme con esas ideas sistemáticas.
Corten la luz, que se escondan en la oscuridad. Primer piso, no sé qué sala. Baño
con sonido. Sala de reuniones, un sillón de aire. No es necesario. Para de
pensar, por favor para.
Agua, tengo las zapatillas pa’ la cagá. El pelo
mojado me tapa los ojos. La música está fuerte, me molestan los oídos. Me los
corto y ahora el agua es rubí.
Tus manos en mi espalda. Cuenta si están mis vertebras y todos mis lunares. Me estoy ahogando. El baño se inundó, mi
cerebro se derramó y Gricel ya voló.
Oye, hueona, bajémonos acá; nos queda más cerca.
Dale, pero rápido. Ya empecé a toser sangre.
Mierda, me manché las manos.
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