viernes, 31 de mayo de 2013

El pasado irrumpe sin protección y sin presentarse.

Buscando en las cenizas y resignándome a que no queda ningún tipo de rastro. Quiero sentirme sin frío pero para esto tengo que imaginar que han pasado la mitad de las cosas y que la otra parte sigue aquí, así, tal cuál como lo congelé.
Me doy cuenta que después del efecto de todo me paso los rollos de poder actuar y creerme cualquier cuento que se me ocurra.
El cemento se ve sin ninguna gracia después de la lluvia. Sé que no puedo seguir caminando, pero también sé que no puedo desconectarme aquí, así que me obligo y pongo todo de mi parte para poder subir las escaleras neutras que me absorben con la lluvia, me deshacen el alma.
Desde aquí puedo ver casi todo y noto que la lluvia no para, como tampoco la taquicardia. Sigo pensando y analizando cómo cresta sigo moviendo los pies. El lugar es lo suficientemente lindo como para hacerme sentir mejor. Árboles humedecidos y lágrimas ácidas cayendo de sus hojas. Muchas escaleras y una estructura antigua.
Se me perdió la mirada, me pesan los ojos y la lluvia me los enrojece. No quiero caminar más. El frío se hace general, tengo todo el pelo húmedo y me resbalan gotas por la silueta de la nariz, cayendo al vacío de la calle mojada. Quiero dormir, estoy segura que tanta pastilla y poca comida no combinan bien. Estoy muy desorientada y mi visión no es rápida. Me quedé mirando sus facciones, son muy lindas, especiales, conocidas; más que eso, más que todo lo que puedo decir. Pero tengo que esquivar con mucho esfuerzo la mirada ya que, no sé, por alguna rara razón no quiero que me vea a los ojos, pero por otra parte quiero que sepa que no está borrado ni eliminado, ni olvidado, si no que todos los antónimos. Tanta mierda junta en una misma cabeza, tanta ilusión, tanta credulidad, tanta estupidez, tanta ingenuidad, tanto amor que se reprime diariamente.
-Vamos donde están los niños
-Bueno, quiero un cigarro.
Llegamos. Aquí llueve más que en otros espacios, me estoy mojando el corazón. Me doy cuenta de la razón. Impulsos, conténganse. Te dijeron de todas las maneras posibles que dejaras de pensar tanto en ésta hueá, en eso que está al frente tuyo, dándote la espalda en todos los sentidos. Te dijeron que cortaras la simbiosis, que dejaras  de seguirte y empezaras a seguir  “lo mejor para ti”.
-¿Estai bien? O sea, tú cachai- mira para atrás.
-En verdad no- Pongo cara de pico y miro para arriba para pasar más piola. El cielo está insípido, sin vida. Sólo llora y quiere contagiarme- No, por favor ahora no- Me trato de imaginar cualquier hueá.
-Oh, chucha, entonces vamos más atrás.
-No, tranquila. No pasa na- Llueve más fuerte y se me mueren las manos.
Quiero juntar un poco de agua en el vaso que me regalaron en la farmacia. Me siento parte del vaso y de las gotas que caen dentro del. Prefiero fijarme en eso, es bastante interesante.
Vuelvo, no sé cómo ni por qué. Distinta gente caminando adelante mío. Los gritos se escuchan desde todas partes. Trato de revivirme y sumarme a alguno, para seguir pasando piola, desapercibida. Harta gente – Ah, chucha, la marcha; buena- Calculé todo, me subí al tren ( a medias).
Ya no me acuerdo qué pasó desde ese momento hasta que me fui con un tipo que acababa de conocer, súper buena onda y hasta que me junté con las niñas en esa mierda consumista, de aire pesado y caliente.
De nuevo perdí los hechos desde ese momento hasta que estábamos sentadas en el  pasto húmedo que expulsaba un olor conocido, un olor que me recordó a alguien – Ah, bien. Otra vez sacaste la misma secuencia de fotos en tu memoria-
Los árboles se veían como tocando las nubes oscuras y rebalsadas de agua, esperando botar toda la contención. Un par de hojas cayeron justo al momento de un recuerdo, de una memoria que se escapó por mi boca y no pude evitarlo; nombrarlo.
Los troncos erguidos tienen innumerables dibujos y formas para interpretar internamente.
-Parece un cuerpo pa la cagá. Onda, el cuerpo rasguñado, sin piernas, dos brazos débiles y sin cabeza, como pensamientos escapándose.
-Según yo, parece un bicho con partes humanas, parecido a un cuerpo de hormiga, casi como en “Metamorfosis”. Esas franjas de arriba es la columna vertebral quebrada, trisada. Todo el rato está decapitado y su mente sigue por el tronco hasta el fin de las ramas del árbol, explotando en el cielo melancólico.
La media volá, ¿qué me pasa? ¿De dónde concluyo ideas así?

El escenario cambia otra vez. Mi cara es preocupante, según los comentarios. Llega la micro y nos subimos. –Dos estudiantes, por favor- Pasa la Paula pegada a mí, para no pagar como si se subiera a un colectivo. Por fin me pude sentar. El peso del día me generó una puntada cuática en la cabeza. Un reflejo de aire o quizás algún pensamiento inconcluso. Lo único que quiero es cerrar los ojos y perderme en el posible sueño emocional o ilusionante que pueda tener en la madrugada. Estoy revisando los restos, quiero saber o dejar de pensar si es que sigue algo por ahí, de casualidad o en volá algo tan obvio que por la pared o la niebla no puedo ver, percibir, procesar. 

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